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Introducción
Nos encontramos ante un gran desorden epistemológico y sociológico respecto de ciertas categorías que tradicionalmente servían de guía y orientación para explicar determinados fenómenos sociales.
Concluyentemente la práctica cotidiana nos viene interpelando el saber que habíamos acuñado durante cierto tiempo.
En el terreno mismo de la cotidianeidad se ha dicho que la infancia ha desaparecido producto de la adultización temprana que sufren los niños a causa de su prematuro desembarco en el mundo del trabajo, con el consecuente abandono de la escuela y las actividades propias de la edad.
También se dicho que la adolescencia se ha extendido debido a que los jóvenes permanecen más tiempo en los hogares de sus padres y retardan su autonomía hasta tanto no se avizoren mejores perspectivas económicas.
Entretanto, existen adultos que no cumplen con su rol y se comportan como adolescentes tratando de recuperar un tiempo perdido o queriendo revivir experiencias pasadas. Por su parte, los viejos son descartados al olvido tanto por sus familias como por el contexto social que los invisibiliza y no les hablita un espacio de inclusión.
Así las categorías de infancia, adolescencia, juventud, adultez y senectud se han visto trastocadas por una reconfiguración de la escena posmoderna que implica pensar la subjetividad, el tiempo y el espacio social contemporáneo de una forma totalmente distinta a la otrora visión moderna. En esa reconfiguración posmoderna, la definición del sujeto social no deja de estar interpelada por los efectos de una globalización en permanente fluctuación, que modifica abiertamente tanto el modo de lazo social como el plano de la identidad cultural. En medio de todo este caos contemporáneo, el trabajo infantil sigue siendo una de las problemáticas sociales que no encuentra solución inmediata y condiciona enormemente las posibilidades de estructuración del tejido social y la visión social de futuro.
La infancia y los múltiples rostros del trabajo infantil
Como sabemos, el trabajo infantil no es un dato nuevo en la historia. En diferentes épocas y de diversas formas, el trabajo infantil ha estado presente como un dato recurrente en la historia del mundo. En algunas circunstancias fue considerado como una actividad social normal y en otras, como en la actualidad, resistido por ilícito e inapropiado. Del mismo modo, su consideración como trabajo permitido o indebido ha estado ligada a la valoración sociocultural de cada nación o región. En este margen de consideraciones, es necesario mencionar que la propia categoría de infancia desde el punto de vista histórico, psicológico, sociológico, epistemológico y jurídico es un dato más bien reciente.
Ciertamente la infancia es una categoría que tuvo su aparición y justificación en las concepciones teóricas de la modernidad. En ella se fue configurando una concepción de la niñez atravesada por un conjunto de implicaciones de las más diversas: sociales, políticas, pedagógicas, culturales, ideológicas y económicas. Antes de estas primigenias implicaciones, los niños eran concebidos como pequeños adultos que tenían que desarrollarse y no como sujetos definidos por un período de la vida que supone una edad propia y singular del desarrollo.
Hoy la infancia es considerada como un estadio del desarrollo, delimitada teórica y conceptualmente, objeto de estudio e investigaciones, especifica de una franja social y con función plena de derechos. En cierta medida, referir esta perspectiva histórica de la infancia nos sirve para ubicar las circunstancias históricas que han definido el trabajo infantil y lo que hoy se entiende por trabajo infantil. Fue un cambio en la visión social de la infancia lo que llevó a reconsiderar los cánones en lo que se puede o no desarrollar el trabajo infantil.
Según datos actualizados, uno de cada seis niños a nivel mundial se encuentra afectado por el trabajo infantil en sus “diferentes formas”. Se habla de “diferentes formas” porque se ha estandarizado determinadas cualidades, dimensiones y medidas del trabajo infantil. Verbigracia: las peores formas de trabajo infantil, explotación infantil, trabajo riesgo, tareas infantiles, umbral mínimo de edad para trabajar, etc. En este marco, se ha considerado que no toda labor realizada por los niños es necesariamente trabajo, sino que debe tenerse en cuenta las situaciones particulares en las que se desarrolla esta labor y las consecuencias que tiene para los niños, su salud, su bienestar psicológico, físico y moral.
Sin embargo, el trabajo infantil es trabajo infantil, no hay vueltas en esto, por más retórica o pincelada discursiva con la que se quiera disfrazarlo. Por supuesto que esto lo decimos teniendo en cuenta la norma cultural que rige en cada sociedad respecto de lo que se considera o no trabajo infantil. De cualquier manera, hay que tener siempre mucho cuidado cuando se apela a cuestiones culturales o sociales como formas de legitimación del trabajo infantil. No son pocas las circunstancias en las que se pueden constatar un provecho en nombre de lo cultural o de la coyuntura social para favorecer el trabajo infantil.
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Miguel Gallegos
Soy Miguel Gallegos de Rosario, Argentina. Soy psicólogo y trabajo como docente e investigador. Me interesa la historia, la memoria y los DDHH, entre otras cosas.
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