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Este artículo, realizado a modo de ensayo, es un fragmento del capítulo “La participación con perspectiva generacional y de género” de una publicación realizada por la FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires) durante el año 2001, cuando cumplí funciones como Directora del Área Social de dicha federación estudiantil. La mencionada publicación compiló una serie de artículos que conformaron el Módulo Teórico del Curso de Voluntariado Intergeneracional organizado de manera conjunta por la Asociación Civil Gestión Joven y la FUBA, con el apoyo de la Dirección Nacional de Juventud de la República Argentina.
La sociedad civil y su percepción distintiva como aporte a la construcción de una sociedad justa, equitativa, no discriminatoria y diversa
Aquellas y aquellos que creemos que la participación de los diversos actores de una comunidad representa el recurso más valioso para atender a sus propias necesidades e inquietudes, consideramos que su organización y articulación como sujetos es fundamental para la construcción de una sociedad más equitativa, más participativa e inclusiva. Esto supone un trato más democrático entre mujeres y hombres.
Por añadidura, facilitar el encuentro de generaciones en el marco de proyectos comunitarios brinda una enorme oportunidad de empoderamiento –para los participantes y para la sociedad en general-, poniendo a las personas en contacto directo con sus propias potencialidades, y generando enriquecimiento mutuo a través del intercambio social y la cooperación, al mismo tiempo que pone en evidencia al conjunto de la ciudadanía aquello que son capaces de hacer y de aportar.
El rescate de la diversidad, la equidad de género y la importancia de las relaciones intergeneracionales son algunos de los aportes de la sociedad civil más importantes para el sostenimiento de cualquier cambio social a través del tiempo, planteando precisamente a la participación como uno de los recursos más ricos de una sociedad. Por lo tanto, la participación organizada de los diversos sectores y actores sociales es clave para un desarrollo social inclusivo y para el logro de un proceso de acceso equitativo a los recursos propios y de la comunidad como una forma fundamental de empoderamiento de los sectores más vulnerables en pos de una sociedad más democrática.
En este sentido, los aportes de la participación de los movimientos de mujeres a lo largo de todo el siglo XX son un ejemplo de cómo cada generación fue contribuyendo con su granito de arena para mejorar su situación colectiva. No cabe duda que las mujeres se han ido empoderando desde que comenzaron su proceso de emancipación hasta la actualidad. No cabe duda entonces que la participación voluntaria y la organización social representan oportunidades estratégicas de empoderamiento de la cual las mujeres han dejado muestras palpables.
Sin la socialización que implica esta participación los logros no sólo no se hubieran sumado sino que hubieran desaparecido en cada período histórico. Es por ello que consideramos que la participación y lo intergeneracional fueron claves en los logros de la sociedad civil, realizando aportes fundamentales que pueden ser perfectamente utilizados para su aplicación en el análisis de sectores vulnerables y en el desarrollo de estrategias que contemplen la diversidad humana tanto en su diseño como en su implementación.
Ello no implica dejar de reconocer el rol del Estado como principal garante del pleno ejercicio de los derechos de la ciudadanía y como actor fundamental de todo proceso de desarrollo social con indelegables responsabilidades que no trataremos aquí.
A fin de sugerir algunas propuestas a tener en cuenta desde la sociedad civil, podemos hacer una síntesis evaluativa del impacto de la Plataforma de Acción de Beijing en Argentina, identificando logros, obstáculos, desafíos y aprendizajes. En este sentido podemos decir que:
1. En pos de la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas, se han superado prácticamente todos los obstáculos jurídicos que impiden el adelanto de las mujeres en la sociedad. Sin embargo, no sucede lo mismo con los obstáculos culturales.
2. Continúa siendo un desafío el reconocimiento del derecho de las mujeres al control de su sexualidad y planificación familiar, y continúa siendo tabú el tema del aborto.
3. La erradicación de la pobreza, lejos de haberse logrado se torna imposible frente al avance de la concentración de la riqueza, sin una política fiscal progresiva y una redistribución de ingresos tendiente a disminuir la brecha social. Por otro lado, no existen todavía políticas orientadas a incentivar la independencia económica de las mujeres, su igualdad en el acceso al empleo y a las remuneraciones.
4. Se han adoptado medidas positivas para lograr una mayor presencia femenina en los puestos de toma de decisiones. Sin embargo, aún no se han desarrollado mecanismos lo suficientemente transparentes y abiertos de participación como para que el conjunto de la sociedad se vea beneficiada con sus mejores recursos femeninos.
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Mariana Ballestero
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