by Mariana Ballestero | |
Published on: Mar 14, 2004 | |
Topic: | |
Type: Opinions | |
https://www.tigweb.org/express/panorama/article.html?ContentID=2985 | |
Este artículo, realizado a modo de ensayo, es un fragmento del capítulo “La participación con perspectiva generacional y de género” de una publicación realizada por la FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires) durante el año 2001, cuando cumplí funciones como Directora del Área Social de dicha federación estudiantil. La mencionada publicación compiló una serie de artículos que conformaron el Módulo Teórico del Curso de Voluntariado Intergeneracional organizado de manera conjunta por la Asociación Civil Gestión Joven y la FUBA, con el apoyo de la Dirección Nacional de Juventud de la República Argentina. La sociedad civil y su percepción distintiva como aporte a la construcción de una sociedad justa, equitativa, no discriminatoria y diversa Aquellas y aquellos que creemos que la participación de los diversos actores de una comunidad representa el recurso más valioso para atender a sus propias necesidades e inquietudes, consideramos que su organización y articulación como sujetos es fundamental para la construcción de una sociedad más equitativa, más participativa e inclusiva. Esto supone un trato más democrático entre mujeres y hombres. Por añadidura, facilitar el encuentro de generaciones en el marco de proyectos comunitarios brinda una enorme oportunidad de empoderamiento –para los participantes y para la sociedad en general-, poniendo a las personas en contacto directo con sus propias potencialidades, y generando enriquecimiento mutuo a través del intercambio social y la cooperación, al mismo tiempo que pone en evidencia al conjunto de la ciudadanía aquello que son capaces de hacer y de aportar. El rescate de la diversidad, la equidad de género y la importancia de las relaciones intergeneracionales son algunos de los aportes de la sociedad civil más importantes para el sostenimiento de cualquier cambio social a través del tiempo, planteando precisamente a la participación como uno de los recursos más ricos de una sociedad. Por lo tanto, la participación organizada de los diversos sectores y actores sociales es clave para un desarrollo social inclusivo y para el logro de un proceso de acceso equitativo a los recursos propios y de la comunidad como una forma fundamental de empoderamiento de los sectores más vulnerables en pos de una sociedad más democrática. En este sentido, los aportes de la participación de los movimientos de mujeres a lo largo de todo el siglo XX son un ejemplo de cómo cada generación fue contribuyendo con su granito de arena para mejorar su situación colectiva. No cabe duda que las mujeres se han ido empoderando desde que comenzaron su proceso de emancipación hasta la actualidad. No cabe duda entonces que la participación voluntaria y la organización social representan oportunidades estratégicas de empoderamiento de la cual las mujeres han dejado muestras palpables. Sin la socialización que implica esta participación los logros no sólo no se hubieran sumado sino que hubieran desaparecido en cada período histórico. Es por ello que consideramos que la participación y lo intergeneracional fueron claves en los logros de la sociedad civil, realizando aportes fundamentales que pueden ser perfectamente utilizados para su aplicación en el análisis de sectores vulnerables y en el desarrollo de estrategias que contemplen la diversidad humana tanto en su diseño como en su implementación. Ello no implica dejar de reconocer el rol del Estado como principal garante del pleno ejercicio de los derechos de la ciudadanía y como actor fundamental de todo proceso de desarrollo social con indelegables responsabilidades que no trataremos aquí. A fin de sugerir algunas propuestas a tener en cuenta desde la sociedad civil, podemos hacer una síntesis evaluativa del impacto de la Plataforma de Acción de Beijing en Argentina, identificando logros, obstáculos, desafíos y aprendizajes. En este sentido podemos decir que: 1. En pos de la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas, se han superado prácticamente todos los obstáculos jurídicos que impiden el adelanto de las mujeres en la sociedad. Sin embargo, no sucede lo mismo con los obstáculos culturales. 2. Continúa siendo un desafío el reconocimiento del derecho de las mujeres al control de su sexualidad y planificación familiar, y continúa siendo tabú el tema del aborto. 3. La erradicación de la pobreza, lejos de haberse logrado se torna imposible frente al avance de la concentración de la riqueza, sin una política fiscal progresiva y una redistribución de ingresos tendiente a disminuir la brecha social. Por otro lado, no existen todavía políticas orientadas a incentivar la independencia económica de las mujeres, su igualdad en el acceso al empleo y a las remuneraciones. 4. Se han adoptado medidas positivas para lograr una mayor presencia femenina en los puestos de toma de decisiones. Sin embargo, aún no se han desarrollado mecanismos lo suficientemente transparentes y abiertos de participación como para que el conjunto de la sociedad se vea beneficiada con sus mejores recursos femeninos. 5. Las acciones orientadas a que varones y mujeres compartan responsabilidades familiares se mantienen casi por completo en la esfera jurídica, sin traducirse a prácticas concretas. El trabajo no remunerado de las mujeres en la familia sigue siendo desvalorizado, tanto por sus familias como por sus compañeros, y hasta el momento no se lo incluye en las cuentas nacionales ni se fomentan suficientes políticas para hogares encabezados por mujeres. 6. A pesar de las sanciones que prevé la legislación nacional respecto a la violencia ejercida sobre mujeres y niñas, no se han desarrollado cambios culturales de importancia en la práctica y el trato violento continúa oculto en los espacios de la vida privada. 7. La promoción de una cultura de la paz permanece ausente en los medios de comunicación, quedando casi exclusivamente en manos de aquellas organizaciones que abrazan esta premisa como un valor. Puede decirse además, que no alcanza con mostrar a las mujeres en roles no estereotipados. Es fundamental mostrar a las mujeres interactuando con los varones, de igual a igual, luchando ambos en forma creativa y solidaria tanto por objetivos comunes como por la realización individual de cada una y cada uno, más allá de cualquier estereotipo y en todos los niveles generacionales. 8. Si bien existen discursos que fomentan el desarrollo sostenible, no se han desarrollado mecanismos que aseguren oportunidades a las mujeres para que participen en la adopción de decisiones sobre el medio ambiente. 9. A pesar del activismo de muchas de ellas, las mujeres de los pueblos originarios no han obtenido la visibilidad, el reconocimiento y el apoyo necesario en nuestro país para llegar a tener el protagonismo y los recursos que se merecen en las cuestiones que las afectan más directamente. 10. La revisión y modificación de la participación de las mujeres en la elaboración y ejecución de políticas sociales y macroeconómicas en nuestro país, en la práctica no se traduce en una presencia auténticamente plena e igualitaria de las mujeres, lo cual parece depender de su escaso desarrollo como actor social que atraviese todos los niveles de la sociedad. Hasta aquí pueden realizarse algunas reflexiones: En primer lugar no podemos ignorar que ha habido avances, sobre todo a nivel legislativo. Pero todos sabemos que las leyes no necesariamente modifican prácticas sociales. En este sentido, es importante incorporar la perspectiva de género en el ámbito más amplio de la participación comunitaria. Para alcanzar una auténtica equidad de género es necesario desencadenar una verdadera revolución cultural que implique un proceso de cambio sostenido y de largo plazo, para lo cual es clave el involucramiento intergeneracional. Por otro lado, debemos tomar conciencia de que las mujeres son una minoría sociológica, a fin de esclarecer que su situación de desventaja es producto del rol de subordinación que han ocupado en nuestras sociedades y no de una cuestión numérica, lo que es cualitativamente diferente. No debemos olvidar que las mujeres siguen teniendo a su cargo la socialización de las generaciones más jóvenes y el cuidado de las mayores, por lo tanto, fortalecer a las mujeres es una acción multiplicadora de beneficios para otros sectores que también se hallan relegados en nuestra sociedad. Desde una perspectiva de género se entiende que la diversidad de intereses entre varones y mujeres implica un conflicto que debe ser negociado. En este sentido, el empoderamiento de las mujeres necesita del desarrollo de procesos que permitan sentar las bases para que la negociación de estos intereses se realice en condiciones de igualdad. Para promover una negociación en condiciones de igualdad es necesario generar nuevas formas de pactos sociales, no sólo entre varones y mujeres sino también entre generaciones. Equiparar la balanza de poder, a su vez, favorece el desarrollo de acciones más responsables y solidarias respecto de las y los otros actores. El empoderamiento de las mujeres hace referencia a un fenómeno relacional, y como tal debe ser pensado y abordado simultáneamente en todas sus dimensiones, teniendo presente tanto la problemática femenina como su contraparte, la de los varones. En este sentido, los varones tienen por descubrir todos los beneficios potenciales encerrados en la posibilidad de redefinir y renegociar roles y funciones. El aumento de la autoestima de las mujeres debe ser acompañado por una auténtica valoración de sus roles y actividades por parte de la comunidad. También las y los voluntarios muchas veces se ven en la misma situación, justamente porque el trabajo de las mujeres queda invisibilizado en el ámbito privado como la supuesta realización de su género en el hogar. El trabajo doméstico no es valorizado cuando lo realiza el ama de casa porque se supone que ésa es su vocación y su deber al mismo tiempo. En el caso de la participación de las y los voluntarios, si bien se da más comúnmente en el ámbito de lo público, no existe un cálculo del aporte que significa su trabajo en las cuentas nacionales, ni se disponen los recursos necesarios para que sus tareas puedan realizarse óptimamente. Debemos defender el desarrollo de las mujeres -como así también el de otros sectores vulnerables- como un factor imprescindible para equiparar las bases de negociación a partir de la cual podrá pensarse en el logro de otros fines, ya se trate del desarrollo económico de nuestros países, el bienestar general, el mejoramiento del medio ambiente, el aumento de la calidad de vida de niñas y niños, etc... Por último, es necesario desarrollar mecanismos de selección participativos y transparentes a fin de evitar que los espacios de poder garantizados a las mujeres por derecho, sigan siendo objeto de manipulación de quienes detentan el poder, ya sea éste político, económico o social. En el caso de la participación de las y los voluntarios, es necesario establecer mecanismos claros de participación en los procesos de toma de decisiones en las organizaciones en las cuales participan. Del mismo modo, ante la ausencia de una regulación de la actividad, es necesario generar condiciones para el desarrollo de pactos entre partes donde queden plasmadas las responsabilidades asumidas y los derechos correspondientes entre voluntarias/os y organizaciones. « return. |