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La crisis y el deterioro físico y “moral” que aqueja a la Universidad de Buenos Aires han dejado de ser un síntoma alarmante para convertirse en un mal crónico y generalizado. La corrupción, los vicios burocráticos y las falsas promesas se han apoderado por completo del cuerpo universitario y su sistema de defensa hace malabares desesperados.
En una de las universidades publicas de mayor prestigio en América, con profesionales reconocidos en todo el mundo, se carece de infraestructura, de presupuesto, de transparencia.
En la mayoría de las carreras hay profesionales de cátedras que trabajan completa o parcialmente ad honorem, como así también aulas repletas de alumnos y mucha incomodidad.
Si bien este es el panorama lamentable que ofrece la UBA, no en todas las facultades que la componen se manifiesta de igual modo.
En la Facultad de Filosofía y Letras se dictan alrededor de diez carreras de entre cinco y tres años de cursada: Artes, Ciencias de la Educación, Historia, Antropología, Letras, Filosofía, Geografía, Edición y Bibliotecología. Además se cursan las materias dictadas por el CBC, todas en sus tres horarios: mañana, tarde y noche. Es decir que desde las 7 hasta las 23 horas circulan diariamente alrededor de 9000 estudiantes por las aulas y pasillos de Puán 480.
La infraestructura que debe sostener semejante cantidad de alumnos y sus necesidades no alcanza, las aulas están desbordadas, la fotocopiadora parece el campo de un recital donde cientos de personas agitan su mano y estiran el cuello para ser atendidos en horas pico (17 y 19 hs). Algo tan simple como es sacar fotocopias no lo es, el promedio de espera es de 40 a 60 minutos en aquella franja horaria (sumando el tiempo que lleva la disputa por la vista del cartelito de cada materia con sus respectivos códigos por texto + obtener el papelito para el turno + la cola para pedir apuntes + la cola para pedir fotocopias + la cola para pagar y retirar).
Sí, las colas son muchas: se hace cola para ir al baño (de mujeres por supuesto), cola para pedir un café, cola para entrar y salir del aula y ni hablar de las que se deben soportar para trámites superarchiburocráticos.
Entonces, cuando un estudiante de Economía pasa por "Filo" tiene la impresión de estar en un banco para pagar impuestos o cruzando la Av. 9 de Julio a las 18 hs. Ahora, cuando un estudiante de "Filo" entra en la Facultad de Derecho se siente en Harvard.
Filosofía y Letras es una de las pocas sino la única facultad dentro de la UBA que no goza del sistema de inscripción por Internet. Se debe ir sucesivamente un día determinado según la letra del apellido de 10 a 18 hs (horario en el que todo el mundo trabaja), hacer una fila de uno a cuatro pisos de largo dependiendo de la ocasión para anotarse. A veces se necesita ir más de un día en la misma semana: un día para materias, otro día para algún idioma, otro para cursar a distancia. Conclusión: tal vez si se piden tres o cuatro días en el trabajo o si se corre una maratón desde la oficina a Caballito en el horario de almuerzo la inscripción será llevada a cabo con éxito.
La carencia de un sistema de inscripción a la cursada por Internet, sin embargo, no es nada en comparación con la escasez de sillas, de tizas, de micrófonos para los profesores (que suman cientos de horas de enseñanza en su currículo sin retribución monetaria alguna), carencia de agua en los baños (en la Facultad de Sociales hasta se carece de puertas), carencia de material didáctico…etc.
Y así la lista es interminable. En Puán falta de todo, lo único que sobra son inmensos afiches y mucha politización.
El trabajo dignifica, es cierto, pero que un Doctor universitario no reciba un pago acorde a su función educativa es directamente una humillación y una falta de respeto.
Pero claro, ocurre que para los fines económicos ni los alumnos ni los docentes de áreas humanísticas parecen ser útiles a nuestra sociedad argentina. Solamente salen en diarios y revistas si son noticia de la chismografía del momento para mostrarlos como personas adictas a las “drogas y descontrol” (según los titulares de cierta revista periodística).
Sin embargo nadie difunde que Filosofía, Artes, Historia o Letras exigen que casi todas sus materias rindan finales orales obligatorios y por lo tanto las vacaciones prácticamente no existen (mientras en otras carreras se disfruta de más de un mes de vacaciones de invierno, porque por supuesto sí pueden promocionar). Nadie informa que la carga horaria es altísima, que los horarios son únicos e inmodificables porque no hay cátedras paralelas, o que los baños son un foco infeccioso. Nadie se altera cuando los alumnos se ven obligados a sentarse en los pisos mugrientos porque los asientos no alcanzan, y lo peor de todo es que nadie resalta que los profesores dejan su vida en la enseñanza, en las aulas, por amor al arte y a los alumnos que a pesar de todo, continúan colmando las aulas.
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María Laura Caraballo
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