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Published on: May 28, 2006
Topic:
Type: Opinions

En un contexto mundial muy tensionado con el tema migratorio, donde las potencias ya no están dispuestas a recibir más extranjeros en su territorio, y donde los que ya están instalados como ciudadanos o ilegales están pidiendo, reclamando y exigiendo sus derechos como personas que residen en cada país, con derechos civiles y oportunidad igualitarias, en Argentina no dejan de llegar estudiantes de todas partes del mundo, que eligen este país como lugar de estudios superiores.

Desde norteamericanos, suecos, holandeses, colombianos, o ecuatorianos, hasta peruanos, cubanos y chilenos, miles de jóvenes de todas partes del mundo llegan a Buenos Aires para conocer nuestro sistema educativo y tener, por un tiempo limitado o por lo que demande la duración de la carrera, una experiencia distinta de la universidad.

Por lo general las universidades que más reciben a extranjeros son las privadas, ya que tienen convenios con facultades alrededor del mundo, llegan grupos a la Argentina, y desde acá salen becados para los diversos puntos. Para los provenientes de países más desarrollados, en general, la estadía es desde seis meses a un año. Es más que nada la experiencia de vivir en América del Sur.

Kathy es estadounidense y tiene 22 años, estudia en el estado de Florida la carrera de antropología, y vino por un año a estudiar en Argentina. “No lograba decidirme entre ir a Europa o Sudamérica, y me enteré que una amiga estaba estudiando acá, le pregunté y me dijo que era la perfecta mezcla entre una ciudad europea y una latinoamericana, por eso me vine, sin mucha investigación y sin pensarlo demasiado”, dice sonriente.

Buenos Aires le parece una gran ciudad, y se está adaptando bien. Al igual que otros extranjeros opinó que el sistema educativo de la universidad a la que asiste no es muy bueno. Su español es muy respetable, a pesar de no haberlo estudiado mucho tiempo antes de venir; a pesar de esto “puedo entender todo lo que leo, aunque hay muchas palabras que son muy específicas, de todas maneras todavía no pienso en español, sino en inglés y después traduzco” dijo la norteamericana.

La mayor parte de los chicos que llegan a Buenos Aires para estudiar son latinoamericanos, ya sea chilenos, uruguayos, peruanos o colombianos. Éstos eligen Argentina por el reconocimiento de su educación, el extenso circuito cultural, sus mixturas internacionales y su popularidad; pero el factor común es que en sus países de origen no existía la carrera específica que querían cursar, entonces investigaron en algún otro país y decidieron venir aquí por la conjunción de todas estas razones.

Un trasandino de 23 años eligió venir a estudiar Relaciones Internacionales a Argentina. “En Chile no está esa carrera, y yo conocía la Capital Federal, venía a visitar a mi hermana que vivió acá varios años y me encantaba, tiene una diversidad cultural que allá no hay, es más liberal, así que me vine y no me arrepiento” contó Renato.

La noche porteña es un gran factor para los que eligen vivir aquí, porque la mayoría de las ciudades latinoamericanas tienen culturas más conservadoras que la argentina, donde los boliches cierran más temprano, y la sociedad reprime en mayor proporción la vida nocturna desmesurada. Estando lejos de los padres, con un circuito de discos abierto todos los días de la semana, y teniendo la diversidad de los lugares temáticos, los extranjeros quedan muy contentos.

Hay un gran grupo de ecuatorianos viviendo en Argentina, ya que ellos están dolarizados, el cambio les favorece y, al parecer, se ha transformado en una moda venir a vivir a Buenos Aires. Una estudiante de periodismo llamada Andrea, de Quito, me decía: “Me quería ir a vivir sola, y todos se venían para acá, según los cálculos me iba a salir mucho más barato, por el cambio, pero resultó que nos terminó saliendo mucho más caro, por las visas y los viajes una vez al año. De todas maneras no me arrepiento, Argentina me encanta”.

Estas experiencias ayudan a fortalecer y enriquecer la cultura argentina y la diversidad étnicas de la población en la ciudad. Caminar por la calle y escuchar diferentes acentos, acercarse y conocer formas de vida ajenas y diferentes a las nuestra, sólo puede ser positivo.


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Nota: Este artículo integra el Nro. 5 de la Revista Virtual InterJóvenes

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