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En nuestra vida cotidiana, estamos expuestos a numerosas radiaciones de campos electromagnéticos. Desde los rayos solares, imprescindibles para la vida en el planeta, pasando por los rayos X, y llegando hasta los campos generados por el televisor, la computadora, el radio-despertador o cualquier otro artefacto eléctrico que tengamos en nuestro hogar. Esta realidad genera nuevas incertidumbres y preocupaciones debido a la desinformación que rodea al tema.
Podemos decir que hay dos tipos de ondas electromagnéticas. Las ionizantes, que son fotones u ondas con altas frecuencias y con energía suficiente para romper moléculas y causar daños a los tejidos, aunque las variaciones en la intensidad de las dosis dejan un margen de tolerancia para los organismos. Un ejemplo son los RX y la radiación solar. Las no ionizantes, se caracterizan por poseer frecuencias bajas incapaces de generar directamente mutaciones genéticas mediante la ruptura de ADN.
Se sabe que los campos electromagnéticos de frecuencias extremadamente bajas (ELF), que incluimos en el segmento de ondas no ionizantes, interactúan con los tejidos induciendo campos eléctricos y corrientes en ellos. Éste es el único mecanismo de acción establecido por los científicos para estos campos. Sin embargo, las corrientes eléctricas provocadas por estos campos, encontrados comúnmente en nuestro ambiente, son normalmente mucho más bajas que las fuertes corrientes eléctricas que experimentamos naturalmente en el cuerpo, tales como las que controlan los latidos del corazón.
Investigaciones y resultados
En Junio de 2001, un grupo de científicos de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC)- dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- realizó estudios sobre los efectos cancerígenos de los campos eléctricos y magnéticos. Usando la clasificación estándar de la IARC, que contempla evidencias de estudios en seres humanos, en animales y en laboratorio, los campos magnéticos ELF fueron clasificados como “posiblemente carcinógenos para los seres humanos”, basándose en estudios epidemiológicos de leucemia en niños. La evidencia para el resto de los cánceres en niños y adultos fue considerada no clasificable debido a la insuficiente o inconsistente documentación científica que la avala.
Esta definición es la más baja entre tres posibles categorías: "es carcinógeno para los seres humanos", "probablemente carcinógeno para los seres humanos" y "posiblemente carcinógeno para los seres humanos", establecidas por la IARC para clasificar los agentes carcinógenos potenciales basándose en evidencia científica publicada. Algunos ejemplos de agentes bien conocidos, que han sido clasificados por la IARC son los siguientes:
-Agentes carcinógenos basados en fuertes evidencias en humanos: los asbestos, el gas mostaza, el tabaco, que afecta tanto a fumadores activos como pasivos, y los rayos gamma.
-Agentes probablemente carcinógenos basados en fuertes evidencias en animales: los escapes de motores diesel, las lámparas solares, la radiación UV o ultravioleta y químicos como el formaldehído.
-Agentes posiblemente carcinógenos basados en evidencias creíbles en humanos aunque no se descartan otras explicaciones científicas: el café, los escapes de motores nafteros, los humos de soldadura y los campos magnéticos ELF presentes en equipos electrodomésticos.
Sigue siendo posible que haya otras explicaciones para la asociación observada entre la exposición a los campos magnéticos ELF y la leucemia en niños.
La OMS por lo tanto recomienda un seguimiento con un programa de investigación enfocado a proporcionar una conclusión definitiva. Algunos de estos estudios se están llevando a cabo actualmente y los resultados se esperan para los próximos tres años. El proyecto de la OMS sobre campos magnéticos apunta a ayudar a las autoridades nacionales a considerar y ponderar las ventajas de la tecnología eléctrica en relación a los posibles riesgos latentes para la salud de la población, y a asesorarlos sobre las medidas de protección a considerar.
Antenas de telefonía móvil
La telefonía móvil esta instalada definitivamente en nuestras vidas y atrapa a usuarios cada vez más jóvenes, pronosticando así un crecimiento inexorable de este medio de comunicación. Todos conocemos la parte visible, “el celular”, pero sólo unos pocos elegidos, y afectados, conocen la otra parte, que es invisible y forma una inmensa telaraña de comunicaciones: las antenas. Estas inmensas estructuras se encuentran en azoteas u otros lugares altos.
Las grandes estructuras que se instalan en los edificios solo se pueden aprobar luego de intensos estudios a cargo de arquitectos e ingenieros, que deben dar fé de la resistencia del inmueble, a fin de que éste soporte las hasta diez toneladas que suelen pesar los "shelters" que acompañan a las delgadas estructuras de las antenas. Se han dado casos en los que el sobrepeso provoca serios daños en el inmueble, lo que provoca marcas difíciles de ocultar y daños permanentes. Los controles son la contracara de los beneficios experimentados por los copropietarios, quienes suelen obtener fuertes bajas en el costo de las expensas a muy corto plazo. Aunque a largo plazo puede resultar muy caro para la salud.
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Che Julián
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