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Sinsabores de un operador telefónico Printable Version PRINTABLE VERSION
by Andrea Durán Sánchez, Argentina Mar 22, 2006
Child & Youth Rights , Globalization , Human Rights   Interviews
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Sinsabores de un operador telefónico La crisis del 2001 en la Argentina y la catastrófica devaluación monetaria, dejó a la clase trabajadora dócil e indefensa, dispuesta a aceptar cualquier oportunidad de trabajo para poder sobrellevar la crisis. Esto hizo del país escenario propicio para la irrupción de nuevas fuerzas económicas, como también para la aparición de nuevos modos de control y explotación que sobrepasan las fronteras de lo inmaterial (los servicios, las telecomunicaciones, etc.) a lo material (o en otros términos el individuo y sus capacidades).

Uno de ellos son los tan famosos “call centers”, que supieron aprovechar el desplome económico del país para aumentar su rentabilidad de manera astronómica. Es cierto que no solo han traído consigo inversiones y trabajo como afirma la propaganda oficial de las empresas y del gobierno, sino ante todo nuevas formas de abuso a la clase necesitada, basados en una política que en términos reales es de “saqueo legalizado”.

“C.I” son las iniciales de un joven que tuve la oportunidad de entrevistar, y que me narró su experiencia como empleado en una compañía de servicios que brinda atención telefónica. Para él la clave del auge de los call centers en nuestro país reside en que “Argentina ofrece una fuerza de trabajo tan barata como la de India y Filipinas, además de brindar un servicio de mejor calidad, atención y eficiencia gracias a una fuerza de trabajo, integrada en su mayoría por jóvenes estudiantes con conocimiento de idiomas extranjeros e informáticos, sobrecalificada y ultra preparada. Es esta razón la más atractiva después de la jugosa y rentable diferencia cambiaria respecto a otros países”.

El trabajador de un call center parecería trabajar en condiciones justas en la rama del trabajo conocida como “inmaterial”: los servicios, las telecomunicaciones, etc. pero hay que detenerse a analizar. C.I nos comenta en qué consiste exactamente la tarea cotidiana. Expresa que todo radica en “estar sentado seis o nueve horas atendiendo una llamada tras otra, con tus ojos clavados en el monitor, los audífonos que envuelven tus oídos, un micrófono frente a tu boca, los dedos en el teclado y el mouse; todo eso sumado a los distintos sistemas de control que poseen las computadoras para mantener cada uno de los movimientos grabados y estrictamente vigilados, etc., reduciendo de tal modo las capacidades humanas para perfeccionar las computadoras y hacer de los dos una sola máquina productora de dinero”.

A todo esto se le suma lo que varios estudios ya han demostrado: el trabajo en los call centers es insalubre. Provoca problemas que no tardan demasiado en manifestarse y que van desde la garganta, los oídos, la vista, la columna y cuello, hasta problemas mentales como el estrés, el aislamiento psicológico, la monotonía, los ataques de pánico, etc. Este tipo de abuso de los procesos cognitivos y afectivos hace que sea difícil detectar o comprender de qué modo se explota y por lo tanto luchar por leyes que sean justas y que protejan al trabajador.

Como ya se vivió en los años setenta y noventa, el trabajador argentino (y en este caso en particular el joven trabajador argentino), se convierte en laboratorio de recetas despiadadas e irresponsables, en objeto de experimentación de “tecnologías de punta” que sirven a los gobiernos para calmar a la población con trabajo y pan, que conlleven cifras menos desfavorables de desempleo en el marco continental para la calma interna, sin importar las condiciones que día a día los trabajadores deben enfrentar para poder subsistir.

Sin embargo, la contrapartida de estos métodos de explotación es la recomposición y la transformación de la lucha de los trabajadores, la necesidad de buscar nuevas formas de resistencia y de organización para poder hacer frente a estos procesos. C.I opina que “si bien es cierto que se necesita trabajo, también se necesita salud y que los “derechos humanos” sean respetados, siendo el primordial el “derecho a una vida digna” y entiéndase como digno a la no explotación de las capacidades innatas del ser humano en pro del afianzamiento económico, que traerá altas cifras monetarias a costa de una población enferma y esclavizada a su condición de “máquina perfecta”.

La intención de este artículo es denunciar los proyectos macabros de los que nadie habla, fraguados por los sectores poderosos, para la juventud y para todo trabajador en general. C.I, como uno de los muchos que han tenido que sufrir esta experiencia, lo denuncia y espera que mucha más gente decida hacerse escuchar y no permitir que se aprovechen de la condición de necesidad en la que millones de personas se encuentran como víctimas, una vez más, de los malos manejos de gobiernos irresponsables que traen como cura a la enfermedad, más veneno.

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Andrea Durán Sánchez


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