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by R | |
Published on: Nov 28, 2005 | |
Topic: | |
Type: Short Stories | |
https://www.tigweb.org/express/panorama/article.html?ContentID=6661 | |
Las majestuosas escaleras de mármol se erigen frente a la delgada y alta puerta lateral, de madera labrada, del Teatro Colón. Un señor de aspecto amable y dulce, indica con señas en cámara lenta, el destino y el piso a transitar por los interesados que arriban al teatro. Como el espectáculo era de entrada libre y gratuita, y sólo se informó de su improvisada organización a través de los diarios y páginas culturales en Internet; la gente que llegó al lugar era en su mayoría jóven, vestidos informalmente y con una visible curiosidad. Al subir los pisos, la gente se encuentra con otro señor vestido de etiqueta negra y galera, que les ofrece el programa de la jornada y el sitio donde ubicarse, a cambio de “unas limosnas para el acomodador”. Al cruzar el pasillo para entrar al salón, todo cambia. La vista se nubla de tanta belleza por observar. La espectacular arquitectura del teatro inunda los ojos y todos, al entrar, frenan instintivamente al ver tremenda majestuosidad delante suyo. Se requieren unos minutos para entrar en razón y seguir las indicaciones del acomodador. Una elegantísima araña cuelga de la cúpula del teatro, la luz tenue imprime cierta calma a los que la observan. Alrededor de ella, sobre el techo, hay un mural circular en tonos celestes, donde ángeles y hombres celestiales interpretan papeles clave en la literatura teatral universal y, por supuesto, tocan instrumentos clásicos. El semicírculo donde se encuentran los palcos, inmediatamente después del escenario, y los asientos de la platea color bordó, están decorados con guirnaldas y siluetas de oro. Al igual que el escenario donde se ve un telón bordó dibujado en la parte más alta enmarcado alrededor con siluetas de oro. En la parte superior está grabado, también en oro, el año de inauguración: 1904. La gente que estaba en la primera planta, era en su mayoría personas mayores y todas, a simple vista, parecían conocedoras de la música clásica. Ellos fueron ubicados en ese privilegiado lugar, por que eran los únicos que habían pagado la entrada para el concierto que originariamente se iba a interpretar el día anterior, pero que por conflictos sindicales de los trabajadores del teatro, primero se suspendió, y a último momento se trasladó al Teatro Coliseo. Pero de todas maneras, mucha gente no se enteró del cambio y perdió la función, por eso se retribuía a ese público con la nueva función en el teatro original y con tan maravillosa ubicación cercana al escenario. Las seis bandejas superiores estaban llenas de jóvenes en su mayoría, que habían sido informados de esta nueva función mediante las páginas de Internet, o simplemente al pasar por allí vieron que se podía ingresar. Vestidos de una manera muy informal, llamaban la atención de los espectadores familiarizados con el tema. Adolescentes de jeans, zapatillas y mochilas negras excitados por ver una función de música clásica en el Teatro Colón, no era algo que se vee todos los días. Al comenzar la primera pieza de música rusa presentada por la Fundación Martha Argerich con la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana, todos dentro del recinto quedaron en silencio. Se podía apreciar los que brillaban de pasión, y los que lentamente fueron perdiendo interés. Estos últimos se distinguían por no permanecer quietos más de cinco minutos seguidos, lo cual irritaba a los que estaban cerca. Es una condición sumamente necesaria permanecer en silencio ya que el mínimo movimiento en las sillas de madera tapizada, producen el sonido más desconcertante. El teatro estaba lleno: en la última bandeja de asientos, había una veintena de personas paradas que no encontraron lugar libre para sentarse. Las reacciones eran de las más diversas, habían señores con sus nietos que les iban explicando en voz baja los movimientos del director con su batuta; personas que seguían la melodía a través del cuerpo, se movían cuán ataque epiléptico en las notas más altas y vertiginosas. Por supuesto que no faltaron celulares que sonaran con las canciones más insólitas en los momentos más inoportunos, y personas que prácticamente se dormían en los momentos lentos del espectáculo. Como en toda pieza clásica hay silencios que, si uno no está familiarizado, piensa que es el final de la canción . Eso sucedió con la gran mayoría de los presentes, cuando la pianista rusa Lilya Zilberstein hizo el primer silencio de la pieza, el público comenzó a aplaudir cuando no se debía, lo que produjo risa en ella al voltearse y con el dedo índice señalar la equivocación. A partir de ahí, cada vez que ocurrían momentos así, los espectadores esperaban que los que se encontraban en la planta baja comenzaran a aplaudir para unírseles en un apabullante aplauso. Las siguientes dos piezas, duraron aproximadamente 45 minutos cada una, y mantuvieron el interés del público que, al finalizar, ponderaron tanto las interpretaciones que los solistas tuvieron que volver al escenario tres veces para agradecer los calurosos aplausos. La salida fue un bullicio de comentarios positivos y de algunas caras de sueño. Pero se notaba en el aire la sorpresa que se llevaron los chicos de las escuelas ante un recital tan importante y dinámico. Algo totalmente fuera de la rutina de la mayoría de los adolescentes que se congregaron en tan importante teatro. ---------------------------------------------------- Nota: Este artículo integra el Nro. 1 de la Revista Virtual InterJóvenes « return. |