by Rolando Zapata Rumiche
Published on: Apr 5, 2005
Topic:
Type: Short Stories

Hoy, al detenerme y reflexionar sobre esta parte de mi vida, trato de interactuar con mis pensamientos, buscando los fundamentos de mi propia existencia. Hoy, que me siento a considerar, a descansar a un lado del camino, pienso en lo que he avanzado y en todo lo que me falta aún por andar. El pensamiento desvaría entre el entusiasta inicio, el agotador caminar y el actual descanso plagado de la esperanza por llegar. Existen las ganas por avanzar, a pesar del dolor y el cansancio, a pesar de los constantes cuestionamientos sobre el por qué continuar, del por qué querer llegar…

Al lado del camino que voy recorriendo, puedo ver las huellas de la gente que me precedió, de las personas que al igual que yo, iniciaron hace mucho tiempo el mismo camino. Son huellas tan dispares, tan diversas, tan humanas… Pienso en su vida, en sus gestos, en su juventud, en su vejez; me regocijo imaginando su ánimo, su convencimiento, su paz. Al experimentar todo ello, la voluntad se abalanza a continuar en el sendero que otros siguieron, mirando si temor el horizonte lejano.

Muchos hicieron con su esfuerzo el camino por el cuál ahora transito. Muchos movieron con su valor los obstáculos que interrumpían el paso; hubieron los que exploraron nuevas rutas y abrieron nuevos caminos allí donde solo se veía el silencioso rastro de la nada. Muchos de seguro, explorando extrañas rutas, se perdieron en un camino que conducía a ningún lado. Algunos habrán regresado para continuar, venciendo el impulso tan humano de dar por perdida la batalla. Pienso en aquellos que nunca regresaron, o en otros tantos que murieron por sus ideales, que lucharon por la verdad de su pensamiento. Al pensar en todos ellos puedo sentir en mi interior su dolor, la desesperación natural de sus almas al transcurrir por este mismo camino. Siento miedo, por ello rezo, me recojo, busco la paz en la bondad de la meta al final del camino y en un momento me tranquilizo… se debe continuar y a eso vamos.

Al reflexionar sobre mi camino, no puedo dejar de lado a mis compañeros de ruta. A pesar de la elección previa sobre mi vida, las personas que poco a poco fuimos encontrando en el camino, nacen nuevamente al interior de este grupo humano. Levanto la cabeza y recorro con la mirada el rostro de los que caminan junto a mí. Son rostros humanos, tan humanos como los que nos precedieron. Ellos también sienten el cansancio de este largo andar; a ellos también los asaltan las dudas, el miedo, ellos también sienten dolor… en ellos me veo reflejado y solo me queda animarlos a continuar. Pienso que no será la única vez que lo haga; sé que cuando yo lo necesite ellos también me animarán. Son mi apoyo en este camino, la compañía que me fue entregada por el Creador, la familia cuyo vínculo se desarrolla paso a paso, poco a poco, siempre al andar.

Hemos recorrido la ciudad y la gente nos anima a continuar; entre sus voces, puedo descubrir el entusiasmo juvenil de alguno que nunca se animó a realizar este viaje. Pienso que con su ánimo, una parte de sí mismo camina a nuestro lado rumbo a la meta, siguiendo el paso marcado por los que nos precedieron. El camino está cargado de palabras de aliento: son mensajes, dichos con el corazón, que mitigan el dolor y hacen desaparecer el miedo; ellos nos regalan un nuevo recuerdo y preparan la siguiente tertulia. Es el mensaje llevado por los que ahora vemos las huellas en el camino, los que leemos en nuestro sendero el rastro que la palabra dejó.

La verdad del camino no es quién consiga llegar a la meta, sino la obtención de la misma. La victoria final es un trabajo conjunto, porque no es de quién recorre todo el camino, sino de todos los que lo hicieron posible. Por eso mi confianza en la meta, por eso mi vida en ello: es construir mi propio destino, es aventurarme a decidir mi propia existencia. Hacia la meta voy, hacia mi destino enrumbo, por este mismo camino. Sé del valor de mi esfuerzo; es la promesa que continúa intacta, por mí, por los que quiero.

Animado así continúo mi camino, con la esperanza de la meta que imagino y sé verdadera. Es como la esperanza en el siguiente amanecer, en un nuevo mañana: Sé que va a sobrevenir, sé que va suceder… es verdad!!! Apuesto mi vida en ello, con carácter de absoluto.

Los Objetivos del desarrollo del Milenio nos esperan a todos, solo hay que animarse a caminar. Hacerlo es ser diferente, es ser único: es asumir el reto de tu propia naturaleza joven, de trabajar en equipo por nuestro mundo. Prepárate para la acción, decide cambiar tu destino y el destino de los que más amas. Lleva en tu mente la esperanza de conseguir el objetivo; no olvides una oración y una imagen del ser amado. Es todo lo que necesitas para empezar. Sea donde sea que empieces el camino, encontrarás personas que te brindarán ayuda y te acogerán en su vida. Sea que empieces hoy, que empieces mañana, nunca estarás solo.

Porque las metas del milenio se consiguen caminando hacia ellas.

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