by Pablo Cavalieri
Published on: Apr 4, 2005
Topic:
Type: Opinions

Ayer me preguntaba si los políticos serían realmente sinceros cuando hablaban de lograr las metas las metas del milenio para el año pactado. Realmente, me preguntaba sobre la verdad y su valor.

¿Y qué tal si todo es una mentira? ¿Qué nos quedará luego de haber desmenuzado todos los hilos que cubren la verdad? ¿Un cuento?, ¿Una verdad inocua? ¿O simplemente un muerto, un niño con hambre o un hombre agonizando en un hospital que no puede darle ni por sorteo la posibilidad de una muerte digna?

Los mitos sociales, los desafíos gigantescos, las grandes promesas y las pomposas verdades tienen la porfiada costumbre de romperse en mil pedazos.

Toda mi vida busqué la verdad, y sólo descubrí mi miedo a no saberla.

Verdad es que vivimos escribiendo nuestro pequeño o gran cuento. Que por conocer los detalles de cada rinconcito de la historia, que por ver el significado oculto de la historia, nos olvidamos de los personajes y las cosas. Porque sólo eso hay en la vida: las personas y las cosas. Cuando las confundo, empiezo a equivocarme. Y me siento mal.

Encuentro el vacío de no ser y me hago fóbico a la muerte, me desprendo del presente como una rata dando círculos a una trampa de laboratorio. Corro, sin rumbo (y hago estadísticas y teorías). Corro, asustado. Corro, y el presente se vuelve una caja de Pandora de la cual no tengo llave. Y me vuelvo predecible y manejable, y manejo y sé que lo hago pero me lo oculto. Mido y calculo, pienso sobre lo pensado y mutilo mis sueños por confundirlos con la realidad en vez de atenderlos en el hoy.

Pero, ¿será tan importante saber si dicen la verdad? Esta obsesión por la verdad, ¿no será sólo un escape, otro más?.

Me pregunto yo, si suponemos por un segundo que los políticos son sólo jugadores de su propio juego (y no digo que lo sean necesariamente, simplemente trato de no hacer aseveraciones apresuradas), si son gente de incompetentes buenas intenciones, o simplemente seres humanos, ¿de qué vale echarles la culpa? ¿servirá para mucho?

Claro, y el idiota de siempre me preguntará: ¿a quién le echamos la culpa ahora?

¿A nuestros padres? Fuimos educados con odio y amor, pero sólo recordamos el odio. Nuestros limitados padres hicieron lo mejor que pudieron, y nosotros (como ellos a los suyos) los pusimos bajo la guillotina bajo el cargo de no ser dioses.

¿A la Sociedad? (nótese la mayúscula con la que me evado) Es cierto, está de moda ser individualista, pegarle a la policía a falta de padres de verdad, y nos sentimos anormales si no seguimos el mandato de todos, que hoy es ser individual, más bien individual para-pisar-al-otro.

¿A las Instituciones? (¿qué querrá decir eso?).

¿A mí? ¡No! ¿Cómo? Si yo tuve una infancia terrible, además ni que hablar de mi Edipo mal superado (nótese que preferimos pensar en el incesto antes de aceptar nuestra propia responsabilidad), si soy una minúscula parte del TODO todopoderoso del Universo, el Tao, la conciencia cósmica o la Evolución –como quiera que se le llame, la idea es la misma de atribuirle la responsabilidad a un concepto de Dios- . Si -además- la libertad es sólo una ilusión que crea el sistema nervioso. Si, sobre todo, (y nótese la sutileza que usamos para escabullirnos) cuando empiezo a echarme la culpa no puedo parar y termino dándole con un martillo tamaño familiar a éste pobre desgraciado.

Me pregunto yo, una vida así, ¿tendrá sentido?

El que rompió las estructuras ¿qué va a hacer con los escombros?

¿Y si empezamos por ser sinceros? No con la realidad (que a mi juicio existe, pero es harto incomprensible), con cómo yo la veo, y con el humilde balde de agua fría de saber que no es la única. Sabiendo que soy, que soy lo que soy y que no soy ni más ni menos (y al que no le guste, ojo con dormirse, que el tren se va). ¿Y si seguimos –paso a dar a nivel social- por darnos cuenta de que no somos el único? Si, es duro, que se le va a hacer, pero hay otros. El día que te des cuenta vas a descubrir un par de cosas interesantes. No sé como explicar (me- nos) que no somos el ombligo cósmico, pero una buena forma es apelar a lo que yo llamo “la paradoja del mexicano y el uruguayo”.

¿Cómo es?

Un Mexicano le dice a un uruguayo: “En México somos todos machos, pero machotes bien machos”.

Y el uruguayo pregunta: “¿todos machos?”.

El mexicano responde: “claro, chamaco”.

Y el uruguayo contesta: “Bueno, mire, en Uruguay habemos machos y hembras, y la verdad es que lo pasamos bárbaro”.

Sin ánimo de ofender a nuestros hermanos mexicanos, que tanto tienen para enseñarnos a los uruguayos a nivel de igualdad sexual, sólo quisiera hacer notar que la única forma en que concibo el logro de las metas del milenio, no tanto para el 2015, pero sí para algún día, es un cambio de actitud en cada uno de nosotros.

Un cambio que signifique actuar, en vez de pensar mastodónticas teorías que no sirven para nada o sentir diciendo ¡qué horrible! Y seguir tomando nuestro whisky importado.

Actuar yo, en vez de echarle la culpa al otro, o esperar a que las cosas mágicamente se solucionen.

Soñar un futuro, sin esperar sentado a que se realice y sabiendo disfrutar de las buenas y las malas sorpresas.

Actuar ahora, no esperar a que se me den todas las condiciones, porque no hay nada que nos limite más que las condiciones.

Actuar desde el otro, porque no puedo saber más que el otro lo que el otro necesita.

Actuar con el otro, creciendo juntos, aprendiendo juntos a ser diferentes y a ser iguales.

Por último, quiero recordar aquella frase que decía “no tenemos en nuestras manos la solución a los problemas del mundo, pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos”.




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