by Mariana Ballestero
Published on: Mar 14, 2004
Topic:
Type: Opinions

Este artículo, realizado a modo de ensayo, es un fragmento del capítulo “La participación con perspectiva generacional y de género” de una publicación realizada por la FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires) durante el año 2001, cuando cumplí funciones como Directora del Área Social de dicha federación estudiantil. La mencionada publicación compiló una serie de artículos que conformaron el Módulo Teórico del Curso de Voluntariado Intergeneracional organizado de manera conjunta por la Asociación Civil Gestión Joven y la FUBA, con el apoyo de la Dirección Nacional de Juventud de la República Argentina.

El empoderamiento como proceso integral y multidimensional
La participación de las personas trae aparejado el cambio. No es posible concebir el progreso y el desarrollo social, sin la participación. Esta participación es la que hace que la persona se constituya en sujeto activo de su circunstancia y de su momento histórico. Indudablemente, ese momento histórico responde a una compleja cadena construida de generación en generación. Pero el empoderamiento es el proceso por el cual las personas, al participar, se involucran en una serie de actividades y acciones orientadas al acceso a recursos propios y de la comunidad (materiales y simbólicos) para el logro de objetivos determinados.
Uno de los aportes de la Conferencia de Beijing fue el acuerdo para promover el desarrollo de las mujeres desde un enfoque de empoderamiento y ciudadanía social. Ello implica abordar su situación desde una perspectiva integral y multidimensional.
Integral, porque no puede pensarse separadamente de todas las situaciones de desventaja que sufren las mujeres, en especial las de los sectores más empobrecidos; y porque tampoco podemos continuar pensando esta problemática aisladamente de la del género masculino, debido a que en la vida cotidiana las mujeres se encuentran en interacción con los hombres, y su situación es producto de esta relación.
Multidimensional, porque que se pueden diferenciar al menos cuatro dimensiones vinculadas a este proceso, a saber: individual; intra-género; inter-género y sociopolítico. Más adelante volveremos sobre este análisis del empoderamiento, que puede hacerse extensivo a otros grupos.
Para entender qué significa el empoderamiento de las mujeres es necesario hacer antes algunas aclaraciones.
En primer lugar ¿Qué entendemos por empoderamiento? Hablar de empoderamiento nos pone frente a una situación de asimetría entre distintos actores, situándonos de lleno en el campo de las relaciones de poder que, en este caso, se dan entre varones y mujeres. En términos generales, puede decirse que el empoderamiento es el proceso mediante el cual se trata de generar mecanismos que disminuyan dicha asimetría, tratando de revertir las relaciones de poder a favor de quienes están en desventaja para equilibrar la situación. Podemos decir que el poder se relaciona directamente al control sobre diferentes recursos y presenta dos aspectos fundamentales:
Ø El primer aspecto consiste en el control sobre los recursos físicos o materiales, humanos, intelectuales, financieros y los del propio ser (con lo cual se hace referencia a la autonomía personal).
Ø El segundo aspecto se refiere al control sobre diferentes formas ideológicas como ser, las creencias, los valores y actitudes culturales de una sociedad (en este sentido, la influencia sólo puede ser pensada desde el accionar de un actor colectivo más que de individuos).

Por lo tanto, empoderarse consiste en ganar un mayor control tanto sobre los recursos externos como sobre el crecimiento de la autoestima y la capacidad interna, tanto en el plano individual como en una dimensión social. Por eso nos referimos al empoderamiento como un proceso integral.
Esta situación plantea la necesidad de incorporar una perspectiva de género que permita el análisis complementario y dinámico de las relaciones entre varones y mujeres en función de los lugares que cada uno ocupa en la sociedad, y buscando su transformación. Esto nos lleva a interrogarnos, entre otras cosas, sobre la forma en que cada una y cada uno viven la realidad social en la que están insertas/os; los límites históricos, sociales, políticos, económicos y culturales dentro de los cuales se construyen diferentes identidades a partir de la asignación de roles y mandatos diferenciados; la forma en que estos límites determinan sus posibilidades de participación en políticas sociales y macroeconómicas en condiciones de equidad entre varones y mujeres; sobre las diferencias entre estereotipos culturales y, por último, sobre las diferencias psicobiológicas, teniendo en cuenta que estas variables interactúan dialéctiamente sobre personas y actores sociales.
La perspectiva de género reconoce el conflicto de intereses entre varones y mujeres, como una realidad y como una forma de enriquecimiento humano. Pero dada la situación de desventaja de la mujer, en este caso, el empoderamiento consistiría en lograr una situación de equidad respecto a las posibilidades de control de recursos a fin de favorecer una negociación de intereses en una situación de igualdad entre ambos actores.
Cuando nos referimos a la situación de desventaja de las mujeres, reconocemos que se trata de un fenómeno integral conformado por el cruce de variables tales como: el lugar de subordinación respecto del hombre, el encierro doméstico y/o la sobrecarga de tareas, la dependencia económica, la postergación de sí misma promovida socioculturalmente, el desplazamiento en la participación política, la desvalorización de su trabajo, la desigualdad en los ingresos, la competencia con sus pares masculinos en desigualdad de condiciones, el deterioro de su autoestima como consecuencia de toda esta desvalorización social, la imposibilidad de reconocer legítimamente sus intereses de género y por lo tanto una obstaculización de su negociación sobre una base equitativa.
El aspecto multidimensional permite la diferenciación de al menos cuatro dimensiones vinculadas a este proceso.
Ø Dimensión individual: este aspecto del empoderamiento nos recuerda la condición de sujeto de las personas, resaltando que son ellas, en última instancia, las que se empoderan a sí mismas. Es decir, que más allá que este proceso se inicie por “agentes externos a la persona”, el empoderamiento no puede ejercerse sobre alguien por otra persona. Esto se debe a que las transformaciones de la conciencia y la autopercepción son una experiencia propia de cada ser humano.

Ø Dimensión inter-género: esta dimensión centra su atención en el aspecto relacional del poder entre los géneros. El problema consiste en equilibrar la balanza de poder a fin de obtener una base equitativa sobre la cual negociar la solución de los conflictos derivados de la diversidad de intereses entre varones y mujeres. En este sentido es importante destacar que el empoderamiento no es un juego que suma cero, al margen que la redistribución de poder, la negociación de intereses y la redefinición de roles impliquen ganancias y pérdidas en diferentes aspectos.

Ø Dimensión intra-género: con este nombre se hace referencia al proceso grupal de empoderamiento que acompaña a la experiencia individual de concientización y cambio de actitud. En este sentido, la solidaridad entre mujeres es la base de su organización como actor social que se articula para efectuar demandas específicas, más allá de las diferencias socioeconómicas, culturales y de todo tipo que les sean propias.

Ø Dimensión sociopolítica: Desde esta perspectiva nos centramos en el impacto que genera la formación del movimiento de mujeres como actor colectivo que atraviese todos los sectores sociales (la ampliación de la ciudadanía por parte de las mujeres, su presencia en la actividad política, su participación en la vida pública, etc.), el aumento de su presencia en los espacios y mecanismos de toma de decisiones, su participación en la elaboración y ejecución de programas y políticas sociales y macroeconómicas, etc..

La aplicación de estas variables para el análisis de la situación de un grupo determinado, ya sea de mujeres o no, permitirá realizar un diagnóstico situacional útil para la acción y enriquecerá la información disponible al momento de definir estrategias en el ámbito de las políticas públicas o de proyectos comunitarios, si bien no brindará un conocimiento acabado sobre el objeto de estudio. Queda como tarea pendiente para un próximo ensayo, la definición de alguna tipología derivada de la combinación de estos conceptos a partir del estudio sistemático de casos concretos.





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