by Carlos García-Robles
Published on: Jan 4, 2004
Topic:
Type: Opinions

Necesitamos un mundo en donde la actividad del mercado evite destruir al medio ambiente, pero se han dicho que los seres humanos estamos destinados a vivir en una era de consumo que rompe con el equilibrio social y ambiental hasta que una crisis provoque una respuesta inminente. Esto cuando la Tierra no soporte más nuestra forma de vida voraz materialista.

Pero creo que si existe una solución, una por medio de la cual el sector más vulnerable de la sociedad ante los patrones de consumo impuestos por las transnacionales, los jóvenes, pueden cambiar el rumbo de la aniquilación de la naturaleza y llegar hacia el despertar, regresando a la conciencia y al equilibrio con nuestro entorno.

Desgraciadamente son pocos los espacios y las oportunidades para que los jóvenes puedan desempeñar actividades que logren cumplir con sus inquietudes de participar, ya que en la gran mayoría de los casos ésta se reduce a la acción individual, pero esto no lo veo como un impedimento, si no como una parte de la solución.

Muchos de nosotros pensamos que nuestra salvación se encuentra en lo que consumimos, el ya popular tatuaje socio-cultural “eres lo que compras” o “eres lo que tienes” se incrusta dentro de lo más profundo de nuestro ser y nos aparta de todo sentido de conciencia comunitaria. La sociedad occidental actual por medio de la herramienta de las corporaciones, los medios de comunicación, nos ha hecho pensar que nuestro éxito se mide por la cantidad y las marcas de productos que consumimos diariamente; el mejor automóvil, la coca-cola, los mejores tenis, productos alimenticios producidos industrialmente, etc.

Estas corporaciones nos impactan con sus comerciales televisivos, vendiendo la idea de que nuestras vidas son incompletas si no tenemos lo que venden, de que nuestro nivel de vida es infinitamente menor sin sus productos y que nuestra misma existencia es inútil, inservible y sin sentido. Un claro ejemplo es el caso de la serie de comerciales del Jetta G4, los cuales ridiculizan la fantasía humana llevando ésta a la enfermedad materialista por medio de la incrustación del deseo de un artículo innecesario, (difícil de alcanzar para la gran mayoría de los mexicanos y latinoamericanos) el cual predican que ya lo posees, aunque solo en tu cerebro . Este claro ejemplo de degradación humana por el deseo hacia lo inútil, éste corrompe, maneja nuestras vidas y nos controla cada vez más. Las grandes transnacionales se aprovechan del deseo humano del ocio total y alimenta una vida de holgazanería dentro del psique colectivo para lograr sus objetivos de ganancia máxima a toda costa (nunca nos venderán la idea de que el uso de la bicicleta además de volver a las ciudades más humanas, no contaminan, promueven la interacción humana, la salud, etc.).

Esto lo podemos ver en las calles, en la televisión y las revistas, nos inyectan el mensaje de que podemos ser inmensamente felices si consumimos sus productos que nos harán vivir con menos obstáculos y menos trabajo. La cajita feliz y las hamburguesas que vende McDonalds es un caso de como las corporaciones comienzan a educar a los niños dentro de la cultura del consumo (McDonalds es una de las empresas que más destruyen bosques y selvas en el mundo, por lo que al consumir en estos establecimientos se contribuye la continuación de estas prácticas).

Pero lo que las grandes transnacionales no nos venden e informan por medio su publicidad es que la manufacturación de todos estos productos tienen un impacto incalculable tanto en el medio ambiente como en la sociedad, en las culturas locales, en la política y en nuestra vida diaria.

El consumidor, es el que mantiene vivas a estas corporaciones, ese zombie comprador de todo lo que le dicen que es cool, tiene que despertar y entender que lo que consume tiene un impacto directo en el medio, en la salud, etc. La botella de plástico de su refresco Sprite (que no aseguro que te quite la sed pero si nuestra soberanía), al ser producido, seguramente provocó la contaminación de varios litros de agua, y que al ser desechada, puede terminar con la vida de diferentes especies terrestres o marinas.

Pero para tener consumidores responsables, es necesario contar con alternativas, las cuales en México existen pocas, pero las hay, además, este país las tiene en su cultura, pero necesitamos recobrarlas y mantenerlas.

Hace poco tiempo que tuve la oportunidad de estar en Paris y de visitar los mercados BIO u orgánicos, (que se encuentran distribuidos por toda la ciudad como los famosos oxo aunque no en la descomunal escala en la que los encontramos en la Ciudad de México) donde se venden productos 100% orgánicos, desde desodorantes, alimentos de todo tipo hasta ropa de algodón, lino y cáñamo. Aquí es donde logré constatar que una industria limpia es totalmente viable y asegurarme que el certificado orgánico es estratégico para su adecuado funcionamiento. Los alimentos tenían olores y colores frescos habiendo sido cultivados sin abonos artificiales, la carne de bovino no se veía opaca y oscura si no brillante y colorida (los animales que proveen esta carne vivieron vidas libres y dignas sin contacto alguno con pesticidas y hormonas), la sección de jabones y detergentes no tenía ese particular y desagradable olor a químico y a cloro, si no un agradable aroma de perfume de cítrico natural. La ropa, desde abrigos hasta pantalones teñidos con colores naturales (que dura tres veces más tiempo que la ropa industrial según sus fabricantes), además de ser comercialmente justa (al igual que la gran mayoría de los productos vendidos en este tipo de establecimientos). En general, el estar ahí es un deleite para el ecologista mexicano soñador que espera el día en que México logre llegar a ese grado de sofisticación de mercado, de consumo y de conciencia, clave de la activismo y de la política verde en el mundo.

Después de tal estímulo a los sentidos, fui a una tiendita de productos de cáñamo, donde todo es de y para la “MOTA” (o marihuana), desde la ropa hasta el papel. Los dueños de este establecimiento “verde” aseguran que el cáñamo es la clave para sustituir miles de hectáreas de bosque destinadas a la fabricación de papel (una hectárea de cáñamo produce la misma cantidad de papel que 7 de bosque), lo mismo se refieren con el cultivo del algodón y hasta del tabaco. Según ellos, su tiendita (al igual que los mercados BIO) es un verdadero establecimiento de activismo político que realmente desea cambiar el rumbo del camino del hombre y no por medio de palabrerías tibias. Lo mismo se refieren los activistas del Partido Verde Francés que tiene una campaña nacional para despenalizar la susodicha plantita.

Pero estos establecimientos existen gracias a que los productores de alimentos y productos orgánicos tienen infraestructura para funcionar, tienen apoyo gubernamental, la posibilidad de obtener un certificado orgánico y de comercio justo, tienen distribución adecuada, etc., lo cual le permite al consumidor conciente adquirir productos en el mercado que hacen la vida personal más sustentable.

Existen en México varios productores de alimentos orgánicos que quieren mantener una vida menos artificial y con mayor equilibrio con la naturaleza, utilizando técnicas milenarias de cultivo mejoradas. Pero se necesita apoyo para ellos, para que logren llegar a una experiencia similar a la de Francia. Aunque las ferias de agro productos no tradicionales sean promocionados por la SAGARPA (curioso que le llaman no tradicionales a las técnicas de producción agrícolas milenarias que han sido sustentables y ecológicamente viables), parece que solo los obstaculizan y desaniman, ya que los espacios creados para vender sus productos en México, se limitan a estas ferias.
Para nosotros los consumidores logremos tener productos sustentables, primero tenemos que exigir su venta (como en varias partes de Europa ha sucedido), luego cambiar nuestros hábitos de consumo y sostener éstas practicas.

Al consumir estos productos no solo se ayuda a mantener un ambiente sano si no también se contribuye al desarrollo regional, apoyo a los productos nacionales, empleos, ayuda al campesino mexicano, etc.

Es por eso que los invito a pensar, y posteriormente llegar de la reflexión a la acción personal, la del consumidor joven responsable, la que más ayuda e impacta de una manera positiva, la del consumidor que tiene el criterio de conocer que compra y por que lo compra y hasta si es necesario comprar y consumir y no se deja llevar por la presiones ejercidas por la publicidad corporativa que solo busca gastar menos y ganar mas a costa de la sociedad y la naturaleza. Es por esto que al ser consumidores responsables lograremos presionar de tal forma a las industrias transnacionales a que se responsabilicen de su medio de producción, de los insumos y de los desechos. En el momento que las corporaciones tengan que pagar por el manejo de la basura que ellos mismos fabrican entonces será el momento que buscarán formas de evitarla.

La población joven, al ser el principal “target” publicitario, es por lógica, el sector social con la mayor responsabilidad para cobrar conciencia y actuar para revertir esta tendencia.
Si los jóvenes activistas realmente quieren luchar contra el ALCA, el TLC, la guerra contra Irak, cambiar la actitud de las transnacionales, etc., tienen que cambiar sus hábitos de consumo y entonces entender que no es muy congruente ir a una marcha contra éstos y luego irse a comprar una coca en envase de plástico (PET) en vez de un Boing (cooperativa refresquera mexicana) en envase de vidrio retornable.

Y recuerda, si le va s a echar la culpa a las transnacionales por el deterioro ambiental, social, cultural y económico de los países en desarrollo, parte de la culpa es tuya si los mantienes vivos al comprar lo que te venden.
Los consumidores somos todos, sociedad civil, gobierno, empresas… ¡es hora de cambiar!

Carlos García-Robles



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