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El mundo está cambiando rápidamente, basta con leer el periódico, ver las noticias o navegar en la Web para darse cuenta de ello.
Lo que se aproxima es una importante reforma en todas las estructuras sociales. Sea en la política, el comercio, los sistemas educativos, la iglesia, las comunidades locales, etcétera; se vivirán cambios dramáticos. Esto tendrá lugar en un futuro cercano.
La antesala a cualquier cambio es la desconformidad con un estado actual. Es decir, que al repugnar nuestro estado o el de las cosas que nos rodean, somos forzados a gestionar el cambio.
Y el planeta está precisamente levantándose de un estado de falsa confianza y de comodidad excesiva, y cayendo en cuenta de una latente realidad: ¡Lo estropeamos!
Así es, ya no es un misterio el hecho de que la forma en somos, hacemos las cosas y pensamos carece de bases sólidas, y necesita, más que ajustes superficiales, una verdadera revolución.
Es en ese marco de cambio, en el que se disparan nuevos roles de liderazgo, nuevas y más elevadas etapas sociales, nuevas estructuras organizacionales, y muy importante, nuevas sistemas de relaciones interpersonales.
Entonces se hace necesaria una descentralización de la toma de decisiones y del liderazgo en sí mismo (Ya que el liderazgo actual no contempla flexibilidad, y sin flexibilidad el avance al futuro se hace lento y cansado).
Estas nuevas vacantes sociales, serán solventadas por una generación con nuevas características, nuevos patrones de pensamiento y nuevas conductas personales y colectivas.
Al buscar quién presenta estas destrezas, es la juventud quien sale a relucir como candidato idóneo a las necesidades sociales futuras.
No obstante, el joven actual dista de ser el joven que liderará el cambio social y gestionará las reformas pertinentes en nuestras plataformas de organización. Carece de entrenamiento y más aun, de reconocimiento y responsabilidad.
El joven actual camina por senderos de ignorancia y oscuridad moral. En cambio, el joven del futuro será conocido por todo lo contrario.
Ese joven, llamado “el joven del futuro”, es el mismo joven que hoy conocemos, empero, habrá vivido tal evolución, que será difícil reconocerlo. Serán los mismos rostros y no hay duda de ello, pero no las mismas miradas. Serán los mismos músicos pero no la misma música.
Es importante decir que, contrario a lo que se diga, el joven del futuro eres tú, y soy yo. Serán los mismos jóvenes que hoy llenan nuestros colegios y universidades, nuestras iglesias, y por qué no, las discotecas y bares, cárceles y prisiones.
La diferencia a conocer, será una decisión, la decisión de asumir nuestra asignación futura, con compromiso y responsabilidad, con valentía y positivismo.
“Este es el mismo juego que hemos estado jugando, pero mejorado al punto de no parecerse en nada al antiguo. Con nuevas reglas y con necesidad de nuevas destrezas. Es por esto que no puede ser jugado por jugadores viejos, con patrones de pensamiento obsoletos, amoldados a viejas reglas que ya no imperan.
Sino más bien se requiere de nuevos jugadores que puedan evolucionar conjuntamente con el juego, y no lo sujeten al pasado de mediocridad e insuficiencia”
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Reiner Mora
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