by Roxana Vizcardo Villalba
Published on: Oct 14, 2007
Topic:
Type: Opinions

Hay una frase en el libro de Michael Hardt y Antonio Negri - “Imperio”- que dice que “hay una Pobreza Mundial pero sobre todo hay una Posibilidad Mundial y sólo el pobre es capaz de hacerla realidad”. No se puede contar con países competitivos si se cuenta entre sus pobladores a personas en situación de extrema pobreza y pobreza. En el último Informe de Desarrollo Humano Perú 2006, basado en el Censo Nacional 2005, constatamos que a pesar de tener estabilidad macroeconómica y crecimiento en los ingresos de los gobiernos subnacionales por la renta originada de la explotación de recursos naturales, los índices de desarrollo no han cambiado sustancialmente. En esta coyuntura el gobierno nacional y algunos regionales ponen énfasis en la ejecución de programas sociales.

Al mismo tiempo, de la lectura diaria, constatamos que los recursos están “embalsados” en las arcas locales y regionales. Y también constatamos, de la simple observación del Proyecto de Presupuesto General de la República para el Año Fiscal 2008 que más del 70% del presupuesto nacional, está destinado al gobierno central. Paradójico con el actual proceso de descentralización que experimenta una vez más nuestro país.

Esos son algunos aspectos que son parte de nuestro día a día y que se tornan en desafíos para los que toman decisiones y también para los que desde la sociedad podemos plantear propuestas de solución.

En el siglo XX el éxito y paradigma de liderazgo estuvo manifestado por el crecimiento económico, por el éxito personal, por el consumismo como una manifestación de poder. El siglo XXI exige básicamente un liderazgo de la ética de la solidaridad y corresponsabilidad, que supone múltiples desafíos: por encontrarnos en un proceso de globalización cada vez más desenfrenado en unos ámbitos y retrasado en algunos, por tener múltiples éticas de vida que responden a las diferentes culturas en su aspecto étnico y social, por la inmensa inequidad en la que ha desembocado la economía global.

Creo que la salida no está en el énfasis de los programas sociales que lo único que hacen “sostenible” es a la misma pobreza. El tema de fondo es la justicia, la equidad, principios filosóficos que inspiraron los cambios más relevantes para el desarrollo de la humanidad. El liderazgo del siglo XXI debe prestar más atención a los Estados, para hacerlos eficientes, pero no por ello insignificantes. Pasa por cuestiones operativas de de ejecutar un gasto eficiente para el mayor beneficio y hacerlo sostenible.

El Liderazgo del XXI, como ya mencioné debe ser un liderazgo coherente y responsable. Que tenga presente y asuma no sólo los beneficios de la globalización sino también sus perjuicios. Que respete la dignidad de todos los seres humanos por igual, sin diferencias de edad, raza ni género. Aunque esto suene a discurso manido, es evidente que sólo se queda en discursos y no son reconocidos y asumidos por las políticas públicas, pero tampoco por las privadas.

Es natural la responsabilidad el Estado en el ámbito público. Sin embargo históricamente observamos que el Estado en nuestro país, no ha cumplido con esta responsabilidad, gobernando en beneficio de sólo un sector. Además el Líder del siglo XXI en el ámbito privado está conminado a hacerse corresponsable del logro del bienestar social, reconocerse como miembro de una sociedad local, regional (en el país), nacional, regional (a nivel latinoamericano) y finalmente como un ciudadano global.

El Liderazgo del siglo XXI es un liderazgo que respeta la dignidad humana, el entorno ecológico y el acceso a un empleo digno como parte de ese respeto, que valora la pluralidad de las culturas y promueve que ellas se enriquezcan entre sí. Que impulsa también la globalización de un sistema de justicia eficiente y que globalice las oportunidades de desarrollo para la humanidad.




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