by Caleb Ordoñez Talavera | |
Published on: Jul 30, 2007 | |
Topic: | |
Type: Opinions | |
https://www.tigweb.org/express/panorama/article.html?ContentID=15277 | |
Debo reconocer que me llene de asombro, de celo, de indignación, de vergüenza, que no lo quise aceptar, me llene de ira, de miedo, lo medité una y otra vez, lo he llevado en la cabeza a donde voy, desde que lo supe lo he reflexionado una decena de ocasiones, en el auto, en la fila del banco, mientras ceno, mientras camino por el centro de la ciudad. México es oficialmente uno de los países que más discrimina en el mundo y saberlo debe enfadarnos, entristecernos, contristarnos, eso, avergonzarnos. México uno de los países que mas ha sufrido la discriminación, el vecino del país más poderoso que se mofa de poder disparar a nuestros compatriotas en la frontera, que fabrica videojuegos para burlarse de nuestras costumbres, de nuestra gente, de nuestra piel quemada. México, que ha sufrido la conquista de los pueblos dominantes una y otra vez y ha luchado por defenderse y liberarse. Este México no ha logrado su verdadera independencia, por que debemos hacer una visión retrospectiva y entender que la discriminación de un discriminado puede ser la más cruda, ácida y tenaz de todas, Que en nuestro México todavía hay tantas injusticias y aparentemente menos sueños de progreso. México es uno de los países que más discrimina y entenderlo no es tan difícil. En el México donde los mexicanos se matan entre sí, se extorsionan, se odian. que se discriminan entre sí pensando que eso es normal. Pensando que así es la vida. Que así es el país. Que la discriminación y la xenofobia y la homofobia y el racismo y el sexismo no son motivos de alarma. Que no son problemas profundos que requieren soluciones urgentes. Que la sociedad sólo enfrenta divisiones de clase mas no de raza o de género o de preferencia sexual. Que México no es Estados Unidos, ese país que los historiadores mexicanos describen como “históricamente excluyente y cargado de racismo”. Que México no tiene porqué ser sensible a las denominaciones raciales o de género porque nunca ha sido un país racista. Nunca ha sido un país excluyente. Nunca ha sido un país intolerante. Nunca ha sido un país discriminatorio. Dicen aquellos que ignoran los códigos de conducta (aceptados y compartidos) del lugar que habitan. Porque esos argumentos ignoran a millones de mexicanos forzados a vivir a la intemperie. Sin la protección de la ley. Sin el paraguas de la igualdad. Sin el cobertor de la ciudadanía. Sin el arropo de los derechos civiles. Hostigados por depredadores sexuales, mutilados por secuestradores, asaltados por hombres abusivos, asesinados por su género o su edad o su etnia. Millones de mujeres que viven la violencia y millones de indígenas que padecen la discriminación. Miles de homosexuales que enfrentan la homofobia y miles de discapacitados que sufren el rechazo. Cifra tras cifra, dato tras dato, expediente tras expediente: allí está la realidad de ese país violento, de un país asustado, de un país intolerante, de un país discriminador. Un país donde más de 600 personas han muerto en la frontera durante el último año. Donde la violencia se ha adueñado de las calles y las conciencias. Donde las leyes son parte del problema y no su solución. Donde pararse en un alto después de la medianoche sea en Chihuahua, en Juárez o Parral, produce temor. Donde millones viven mirando de reojo, cuidándose las espaldas. Donde, según lo revela la Encuesta Nacional sobre la Discriminación, 48.4 por ciento de la población no permitiría que en su casa vivieran homosexuales. Donde 42.1 no permitiría que vivieran extranjeros. Donde 48.3 por ciento rechaza a las personas con ideas diferentes a las suyas. Donde muchos mexicanos temen a los otros por su raza o su color de piel. Donde todo esto es percibido como normal. En el México que se divide por una polarización social inimaginable para otros lugares del mundo. el México donde habita el hombre más rico del mundo, que a la vuelta de su casa también habitan miles de pobres que batallan toda su vida para poder conseguir lo que Carlos Slim gana en una milésima de segundo, eso, en ese México es normal. El México coartado en Estados ricos y pobres, en los tres Mexicos: En el México del norte, el industrializado, en el México del centro el subsidiado y en el México del sur, el jodido, el mísero, el descuidado. El México donde los indígenas viven del suplicio, de la lástima social. En el México donde los discapacitados físicamente no tienen rampas y aparentemente no son útiles para desempeñar cargos de influencia. En el México donde se permite llamar “sectas” a los grupos religiosos que no comulgan con la “santa iglesia apostólica romana y guadalupana” de la que nos afiliaron por el simple hecho de ser mexicanos. En el Mexico de la idolatría donde se hacen artistas al vapor, que vive y se alimenta de telenovelas de Televisa, en el país donde ser joven es sinónimo de inexperto y con poco cerebro para poder lograr grandes cosas. Si, ese México es comprensible a ser uno de los mas discriminatorios. Por que la discriminación no es otra cosa sino diferenciar, hacer distingos entre las personas. Por que este Mexico se afilió desde hace mucho tiempo a la cultura VIP (Very important People) cuando sencillamente no tenemos por que sentirnos importantes. La discriminación es la nueva forma (y la misma de siempre) de ejercer juicios y relegar a aquel o aquellos que sentimos diferentes a nosotros. Y es ahí donde se encuentra el meollo del asunto, ¿Que hace de nosotros ser personas mejores de otras? Es por eso que creo que la Discriminación no es otra cosa sino la esclavitud moderna que sucede gracias a la ignorancia. Por que solo los ignorantes discriminan. Cuando somos capaces de entender las diferencias que existen en nuestra sociedad entonces avanzaremos a ser personas realmente importantes. Ese México que discrimina vive con una enfermedad mortal, el México que discrimina no comprende que aunque algunos nunca apoyarán a parejas del mismo sexo, no tienen el derecho de despreciar y hacer menos. Ese México no ha comprendido que de los ancianos tan solo debemos respeto y honor, pues si la madre de la ciencia es la experiencia, entonces de los adultos mayores debemos simplemente aprender y callar. El México que discrimina tiene miedo, pues discriminamos a lo que no conocemos, a lo que tememos. Discriminamos cuando nos es imposible entender las diferencias de los demás, cuando nuestros argumentos se agotan y nuestro ego se inflama por encima de otros, somos mejores, somos mas fuetes, tenemos la mejor ideologia y tenemos la mayor sabiduría. Pero pareciera que vivimos en la “normalidad” que esta realidad no agravia lo suficiente. No indigna lo suficiente. No produce los cambios necesarios y las reformas imprescindibles. Que nos nos interesa saber que existen ciudadanos de segunda clase, que los indigenas son ignorados hasta que se rebelan. Que vivimos como simples espectadores, viendo un país estar siendo destruido por sus mismos compatriotas. Con el temor a expresarse, a ser diferente... a ser discriminado. Lo he meditado lo suficiente, he tomado una desición ”ese México discriminador” no es el que quiero para mí y para mis hijos, me niego a aceptarlo, me niego a tolerar la situación “normal” en la que vivimos. Y pienso también que los jóvenes tenemos la oportunidad de cambiar nuestra realidad, tenemos la oportunidad y también la obligación. Tenemos que tomar la decisión de no ser de “ese” México y construir el México que todos merecen. La integración del tejido social es un llamado para una generación de personas entendidas que solo aceptando nuestras diferencias, tolerandolas y aprendiendo de ellas vamos a lograr ser un país más sano. Es el sonido de alarma a una nueva forma de hacer política y participar activamente luchando por hacer de México una República donde todos tengan los mismos derechos y nada más. Y entre esos derechos están el de poder gritar que hasta hoy lo que para todos es aceptable, es inaceptable. El derecho de elegirse a sí mismo, de derribar las paredes de su celda y estremecer los cimientos de lo establecido. De levantar su voz en el país de los espectadores, sin tener que ser el mejor, ni el mas apuesto, ni el más preparado, simplemente no aceptar, nunca, ser de “ese” México que discrimina. « return. |