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by Sergi, Spain Jun 29, 2007
Culture   Short Stories
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(Para una guerrera india).


Hay ocasiones en que la palabra me traiciona, en que todo lo que no pueda contar un silencio me parece absurdo. A veces detesto cualquier afán literario, cualquier premeditación a la hora de encontrar un código de signos con el que traducir ese silencio sublime, terrible, que me arroja a las simas más profundas de la Tierra, que me eleva por encima de las cosas, a años luz del polvo y del camino.

En momentos así, no reparo en nada, ni en mi provecho ni en el momento siguiente, ni en el ahora ni el después, y sólo alcanzo, desbordado, a volcar en palabras inútiles lo que me habita, lo que me extingue, lo que arde en ese atisbo de locura que refulge siempre al borde de mí mismo. A ratos siento cómo van desmenuzándose las esquinas de mi cuerpo, y voy dejando una existencia en ruinas por las aceras de cualquier ciudad, y a ratos soy la piel misma del océano, que se agita sobre el mundo con la tremenda fuerza de un cataclismo, y que en los atardeceres acaricia tus pies, en la orilla de un recuerdo inventado.

Soy un triste remedo de pájaro hablador, un sucedáneo gastado de hombre, apenas un copo de nieve en los surcos de tus manos. Soy el dueño del Cosmos, y en la catedral de las cosas vivas suena un órgano, que hace añicos la bóveda del cielo, y me dispara al firmamento, como un hombre bala a punto de ensartar la Osa Mayor.

Soy un insecto aplastado en el vidrio de tus gafas, una mancha rebelde en el envés de tus sábanas, un desconocido que olvidarás mañana, sentada en la terraza de un glaciar, meciendo la plata de tus sandalias y el bronce de tu empeine sobre las losas antiguas de la plaza, como si en tu indolencia pudieran medirse el bautismo y el funeral de todas las palabras que nacen y agonizan, que se enroscan en tus piernas e inoculan su antídoto inútil en el mapa de mis venas.

Soy el único maestro para una lección que no aprenderás jamás, ni falta que te hace, en esta licenciatura extraña del vivir. No sirvo apenas ni para subir nota, pero el caso es que hay al menos un paisaje que sólo existe detrás de mi boca, al que sólo podrías asomarte si te encaramases a mis ojos. Y bien sé, querida, que te aguardan otros doctorados, que aprehenderás lo bello, lo cierto y lo arcano de manos de tu propia curiosidad, escoltada por todos los príncipes y escuderos que te saldrán al paso a cada aventura.

Sé que pudiste, que yo podría, no lo dudes, pero tu tren tiene prisa y es directo, no hace paradas en apeaderos así, al borde de un acantilado, azotados por el vendaval, con el tejado destartalado y un camastro solitario para el jefe de estación. Tu belleza insoportable pasa veloz y sólo deja una espiral de hojas secas tiritando sobre las vías.

No he visto jamás algo tan bello ni tan letal como tus labios, ni abismo tan vertiginoso como tus ojos, ni metal tan frío como el de tus huesos, afilados, soldados a un templo en equilibrio. No he visto misterio más obscuro que el de tu melena, esa foresta sombría en la que quisiera extraviarme y no encontrar jamás el camino de vuelta.

No imagino arroyo más fresco y claro que el que resbala por la suave roca musgosa de tu lengua, ni hoguera más sagrada que la de tu aliento al dejarte ir cuando amas, ni otra boca o volcán al que ofrecer el sacrificio de mis torpes manos, la carne inflamable que te pertenece, el pedazo de arcilla que es mi cuerpo a merced de la lava lenta de tus caricias. Todo lo aprendido hasta hoy no es más que un simulacro, toda la madurez que me dieron los años no fue otra cosa que una impostura, todo lo que me traiga la vida no es más que el salario mezquino de un desterrado, el exilio atroz de un zahorí, que aferrado a sus palabras trata de encontrar el manantial subterráneo que sacie su sed.

Todo esto no es más que una broma pesada, una vez apercibido de la existencia de tu belleza, india guerrera y sacerdotisa de los campos, la playa y el espejo. Una derrota antes de poder luchar siquiera, si no he de beberte el alma en el abrazo ni morderte el deseo aferrado a tu divina boca, si no puedo llenar todas las habitaciones de tu morada con mi luz, si no he de grabarte un nombre y su leyenda, desde el temblor de tu sexo a los cuarteles de invierno de tu corazón regente.

La voluntad, qué quieres que te diga, es sólo una estratagema para sobrevivir, una traidora que me abandona a la carrera, cada vez que te tengo delante y me desbocas los sentidos. No te conozco de nada. Nadie nunca podría conocerte tanto. Quizás en otra vida, querida guerrera, ya que en esta nací albatros y nunca aprenderé a aterrizar, ni a ser elegante en tierra firme. Qué tristeza no poder entregar esos silencios que ni en palabras puedo traducir, qué diluvio de alegría se queda atrapado en estos nubarrones que me ahogan, qué cantidad de Amor sigue bajo llave, en un arcón modesto, en un desván polvoriento. Lo siento de veras. De nada sirve escribir.


(publicado en





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Writer Profile
Sergi


Sergi Bellver, escritor y editor. Desde mayo de 2004 viene publicando textos (prosa, ensayo, crítica, etc.) en su bitácora "Alas de Albatros", y en la actualidad prepara un libro de relatos y su primera novela. Trabaja en una editorial independiente española de marcado carácter literario.
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