by Damian Profeta | |
Published on: Jun 19, 2007 | |
Topic: | |
Type: Interviews | |
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María: 19 años, colombiana y refugiada en Argentina “No somos tan diferentes como se piensa” Por Damián Profeta A los 18 años, corriendo riesgo su vida, debió abandonar su país, alejarse de su familia y sus amigos y comenzar una nueva vida en Argentina. Se considera afortunada pero opina que hay mucho desconocimiento y discriminación hacia los refugiados. La proximidad del Día Mundial del Refugiado es la excusa; en verdad, esta entrevista quería hacérsela hace mucho tiempo. María me recibe en su departamento. Está contenta: hace unos días aprobaron su solicitud de refugio. Llevé galletitas y té de tilo para festejar. Me muestra los papeles con la resolución. También me muestra una hoja gastada llena de sellos: es el certificado de “permanencia precaria” que debió renovar cada cuatro meses durante el año y medio que duró el trámite. Le aviso que le voy a preguntar de todo, como si no supiera nada de ella. -¿Por qué tuviste que irte de Colombia? -Integraba una agrupación de derechos humanos y comenzamos a tener problemas con las fuerzas paramilitares que operan en la región en la que yo me encontraba. Nos hacían saber que estábamos vigilados y nos dejaban amenazas anónimas. Es así que decidí salir del país, al menos hasta que mejorara la situación en Colombia. -¿Por qué te decidiste por Argentina? -Coincidió que tenía un amigo en Argentina y que no me pareció un país muy lejano. En un principio, el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos de Colombia me recomendó ir a los países que ofrecen asilo político a los colombianos en mis condiciones, que son Canadá, Francia y España, pero después de conversarlo con mi mamá, evaluamos que los trámites en las embajadas para poder ir a esos países demorarían un tiempo que yo no tenía. Además no me quería ir tan lejos. Debía irme de Colombia, pero quería sentir que en el futuro podría ver a mi mamá y a mi hermana y sería difícil en un país lejano. -¿Qué sentiste al llegar a la Argentina y tener que empezar esta nueva vida? -Cuando llegué estuve sin reaccionar un tiempo, sin hacerme a la idea de que estaba indefinidamente en este país. Al principio todo era muy bonito, era una etapa como turista. Pero más o menos a los tres meses empecé a ver que estaba sola, que era muy difícil cambiar toda mi rutina de vida, en una sociedad desconocida y sin documentación para hacer todas las cosas de una vida normal y que, para peor, comenzaban los días de frío. Tuve que asumir que no iba a volver a donde estaban mi familia y mis amigos y plantearme un proyecto de vida nuevo. Creo que recién ahora estoy recuperándome de ese momento. -¿Tenías algún plan inicial? -En Colombia no tenía ningún plan para Argentina. La verdad es que me movía en un círculo en el que muchos amigos habían tenido que salir y estábamos con la presión de que, en ese momento, irse era lo que tocaba hacer. Lo que hiciéramos después, se pensaría y se vería después en el nuevo país. Una vez en Argentina, algo haría. Sí me interesaba continuar mi carrera en la universidad. Eso me pegó duro, cambiar del ambiente universitario colombiano –que es muy diferente al de la UBA-. Pero bueno, tenía el apoyo de mi familia y mis amigos que me decían “mirá, tocó y hay que buscarle la salida y ser pacientes y trabajar y hacer todo lo que se pueda desde donde uno esté”. -¿Cómo fue el trámite del refugio? -Cuando llegué a Argentina fui al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, y ese día no había nadie. El encargado me dio la dirección de la Fundación Comisión Católica Argentina de Migraciones, FCCAM. Ellos inmediatamente me dieron un subsidio mensual por ser menor de 21 años. La fundación me ayudó mucho, incluso con asesoría legal en todo lo que tenía que hacer. El paso siguiente fue ir al Comité de Elegibilidad para los Refugiados, CEPARE, que se encarga de definir quién es refugiado y quién no. Ahí estuve presentando mis motivos por los cuales pedía protección en el país y luego vino una serie de entrevistas con ellos y, luego, esperar. Me dieron un certificado de “permanencia precaria” renovable cada 4 meses. Un año y medio después, resolvieron positivamente mi solicitud de refugio. -¿Cómo llegaste a tener un empleo y vivir sola en un departamento? -Todo fue paulatino. Empecé en un hotel gestionado por la FCCAM. Luego me fui a vivir a una habitación en otro hotel un poco mejor junto a otra chica colombiana. Y luego pasé por tres lugares más, hasta que hacia fin de año conseguí un empleo. Con el empleo pude mudarme a este departamento. Pero como te dije, todo fue progresivo y con mil inconvenientes; anduve con mis cosas por todos lados, en varios barrios de la ciudad y ahora estoy aquí y en el camino hasta adopté una perra: un día caminaba por Plaza Francia y la encontré abandonada, tendría apenas unos días. Desde entonces vamos juntas a todos lados. -¿Cómo ves la situación de otros refugiados jóvenes como vos? -La gran mayoría son africanos y la verdad es que se les hace muy difícil la integración, desde la dificultad de aprender el idioma hasta vivir permanentes situaciones de discriminación. Cuando voy en un colectivo con ellos, veo que la gente los mira mal, como diciendo “¿de dónde salieron estos negros?”. Muchos de ellos hablan inglés y francés y podrían tener trabajo aprovechando esos conocimientos, pero a mucha gente no les terminan de cerrar. Entonces terminan vendiendo joyas en la calle o artesanías. La gran mayoría vive en hoteles, en la provincia de Buenos Aires o en el barrio de San Telmo. Nadie quiere alquilarles un departamento o una casa porque hay muchos prejuicios. Como caso afortunado, tengo un amigo de Liberia que como juega muy bien al fútbol, lo llamaron para jugar en un equipo de Ezeiza y terminó en la primera división de Lanús, con su sueldo. Muchas veces, es la casualidad lo que ayuda a mejorar sus condiciones. -¿Te dijeron que tuvieses algún cuidado especial por tu condición de refugiada? -Se me recomendó que no hable de mi situación con otros colombianos en Argentina, porque podrían ser paramilitares. Ellos apoyan que uno hable para que la gente se de cuenta y ayude a la difusión y se conozcan las historias fuertes que hay detrás de cada refugiado. -¿Que realidad te encontraste en Buenos Aires en contraste con la realidad colombiana? -Cuando llegué, vi la arquitectura de la ciudad y sentí que estaba en otro continente. Con el paso del tiempo, conociendo a la gente y a las cosas que pasan, me di cuenta de que esto también es Latinoamérica y que muchas de las cosas que pasan en Colombia, también pasan acá y viceversa. Las cosas no están del todo bien, como en el resto de la región, y pensé: “al final no somos tan diferentes como se piensa”. Por supuesto que hay diferencias en la cultura, en la comida y el clima, pero en términos de sociedad, no hay tantas diferencias. Por supuesto, con la salvedad de que en Colombia se vive un conflicto que acá no existe. Lo que sí vi es que hay más participación ciudadana que en Colombia. Acá, la gente, bien o mal, con su crítica mala o buena, tiene una opinión de las cosas que pasan y hay mayor movilización, tanto de jóvenes como de adultos. En la materia “Sociedad y Estado” me resultó bien loca la historia argentina, pero sin dudas, pienso que esa historia, en especial la crisis reciente, explica mucho de lo que uno ve en la gente hoy. -¿Qué perspectivas le ves al conflicto que vive Colombia? -La verdad, el conflicto colombiano tiene mucho de todo. Está el conflicto armado y también un conflicto social muy fuerte. La violencia, la pobreza y la miseria están generalizadas en toda la sociedad. Creo que hay que hablar de las dos cosas. En relación al conflicto armado yo apuesto a la salida negociada y al intercambio humanitario. En este momento no hay un gobierno que esté facilitando eso. Pienso que la solución va a ser paulatina, no se va a solucionar de un día para el otro. Tampoco pienso que el camino sea el actual del gobierno que a la violencia responde con más violencia. Con respecto a lo social, en Colombia la salud pública es paga y hay gente que se muere todos los días porque no tiene para pagar. Las universidades públicas son pagas y muy caras y dejan a la enorme mayoría de los colombianos fuera de la educación. Hay que avanzar sobre salud, educación, más que en otros aspectos. -¿Qué tendría que pasar en Colombia para que evaluaras volver sin que tu vida estuviese amenazada? -Ahora que tengo reconocido el estatus de refugiada, tendría que salir una notificación del ACNUR que dijera que en Colombia están dadas las condiciones de seguridad para que yo regrese. A nivel personal, espero que dejen de operar los grupos paramilitares. En Colombia uno se confunde lo que es legal y lo que es ilegal. Las fuerzas legales operan ilegalmente y hay fuerzas ilegales que actúan como guardianes de la ley. Hasta que eso no deje de pasar, no hay garantías. Hoy si uno es un estudiante que reclama por derechos humanos, que reclama por la defensa de la educación pública, te van a detener y encarcelar por causas armadas. Voy a poder volver cuando cambie ese tipo de políticas y que los paramilitares se desmovilicen y cumplan sus condenas –porque aún siguen operando y no pasa nada-. Hasta que no haya certeza de que de verdad se está aplicando justicia, el miedo no va dejar de estar. Hoy puede pasar que lleguen un día a tu casa y te lleven bajo la legalidad y que luego te pasen a la ilegalidad. Uno de los mayores temores es ese: que te lleven y que nadie sepa quién te llevó, que desaparezcas. -En este año y medio, ¿Tuviste tiempo de imaginarte creciendo, formando una familia y envejeciendo en Argentina? -La verdad me imaginé de todo. A veces pienso que me voy a quedar para siempre y otras, cuando hablo con mis amigos, digo “no, yo tengo que volver, soy de allá”. Pero la verdad, trato de no pensar, porque puede pasar cualquier cosa. Puede ser que vuelva o que me quede acá para siempre. Lo que sé es que acá estoy comenzando una nueva vida y quiero completar las cosas que me proyecté a corto plazo y por el momento este es mi lugar. Esa fue una de las cosas más difíciles de asimilar: mi cuerpo estaba acá, pero mi cabeza estaba allá y vivía distraída. Vivía en otro mundo y ahora siento que ya me ubiqué un poco más en que mis pies y mi cabeza deben estar acá. La vida sigue y hay afrontar lo que se venga. --- Opiniones de las instituciones que trabajan con refugiados: “Contribuyen a las sociedades a las que llegan” “Los refugiados son una población que contribuye a la construcción de una sociedad más diversa. Con sus conocimientos, con sus diferentes habilidades y costumbres, contribuyen a las sociedades a las que llegan y es una contribución que hacen con mucho esfuerzo y constancia y debe ser reconocida y valorada”. Nazli Saki, encargada de prensa del ACNUR “No amenazan los puestos laborales de los argentinos” “A nuestras oficinas llegan alrededor de 30 casos por mes. En su mayoría, son personas solas, provenientes de África, pero el origen es variado. Se calcula que los solicitantes de refugio provienen de 60 países del mundo. Es importante destacar que los refugiados no amenazan los puestos laborales de los argentinos, así como tampoco son los responsables del colapso del sistema público de salud. En realidad generalmente el extranjero accede a los trabajos que no acceden los locales. Asimismo, fue evaluado que el impacto en la cobertura de salud en los hospitales públicos por parte de los extranjeros es mínimo”.Elba Labrador, representante de la FCCAM « return. |